El alcoholimetro es seguramente la cosa más detestable para todos los automovilistas. Y es que aun cuando no damos ninguna señal de ebriedad, nuestros amados oficiales nos detienen para checarnos el aliento o nuestra reacción.
Pero para este conductor, pasar la prueba fue cosa fácil, es más, hasta se hizo amigo de los oficiales con su pequeño show de acrobacias.
Al terminar el show, los oficiales quedaron convencidos de que no estaba para nada borracho y que podía conducir su auto como Dios manda. Le regresaron sus papeles y se marcharon con una sonrisa y una experiencia que pocos pueden vivir.